"La persona con la que intentas comunicarte no puede recibir tu llamado en este momento. Por favor, intenta más tarde". La voz grabada en una computadora lacera los oídos de quien insiste hasta la desesperación esperanzado en escuchar, al menos el tono de llamado. Pero no. No hay ninguna respuesta. Y desde hace 48 horas la familia Aiziczon está viviendo un calvario que se mueve al compás de esa voz de computadora.
Pablo Alberto Aiziczon tiene 40 años y es profesor de tenis. Había estudiado marketing, pero ejerció muy poco esta profesión. Desde hace mucho tiempo enseña en la sede de la Unidad Sionista, en avenida Aconquija 946. Allí todas las tardes, con su hermano Fernando, adiestra a adultos en el arte de la raqueta y la pelotita. "Difícilmente se apartaría de su rutina, y menos sin decirnos nada", dice Paola, su hermana. Es que desde el lunes, nadie sabe nada de Pablo, ni tampoco de su auto, un Suzuki Swift gris oscuro, patente TNC-925 modelo 1994 que conducía desde hace tiempo.
"El es terriblemente familiero. Si hubiera decidido irse a alguna parte, no sé, porque estaba cansado, nos habría dicho algo. Por lo menos al hermano, del que es inseparable", reflexionó Susana, la madre.
Ayer, Fernando Aiziczon, luego de recorrer hospitales durante toda la madrugada, decidió irse a rastrillar la zona de El Cadillal. "Fue como una intuición, pero nada asegura que se haya ido para ese lado", remarcó Paola. Pero no encontró ni una pista acerca del paradero de su hermano.
Lo que llama la atención, y para lo cual la Policía aún no tiene respuestas, es que haya desaparecido en plena siesta, sobre la avenida Aconquija, la cual tiene muchísimo tránsito. Las cámaras de la zona no tomaron nada. Hasta anoche ni siquiera habían podido individualizar el auto.
Poco después del mediodía, el profesor de tenis llegó a la casa de su madre y almorzó carne al horno con ensalada de lechuga, tomate y cebolla. Tomó soda y Fanta light. Después fue a una de las habitaciones, se sacó la ropa que tenía y se puso remera blanca, short azul, casi negro, medias y zapatillas blancas. No llevaba gorra ni anteojos de sol. Sí una cadena y un reloj Omega, además de su billetera con la documentación y un bolso. "No tenía dinero encima, o si tenía, era muy poco", advierten los familiares.
A las 14.10 salió de la vivienda en el auto, que debía llevar a un taller, ya que estaba fallando. Tomó por Lobo de la Vega hacia el norte, dobló hacia el oeste por Pedro de Villalba y luego retomó hacia el sur por Roca hasta la Aconquija. "Es el camino que usa siempre", explicaron la hermana y la madre. Desde allí baja habitualmente hasta el club, ubicado al 900. Su hermano lo estaba esperando. Pero nunca llegó. "La última comunicación telefónica la hizo a uno de sus alumnos, casi a las 14.30, y le dijo que la clase iba a ser a las 15.10. No sabemos qué pasó después", relataron. Su madre le había preparado de postre bocaditos de banana. "Después vuelvo a comerlos", le dijo. Es la última imagen que la mujer tiene de su hijo.
En pareja
Pablo no tiene hijos, pero está en pareja desde hace dos años con la kinesióloga Virginia Marcolongo y viven en un departamento de calle Balcarce al 300. La mujer fue quien, desesperada, llamó al esposo de la hermana de Pablo ayer a la 1, para decirle que no había regresado. Durante toda la tarde los familiares habían intentado llamarlo por teléfono y le mandaron decenas de mensajes, pero no contestó. "El se maneja muchísimo por el celular. Manda mensajes todo el tiempo, y habla mucho. Es muy raro que esté apagado", aporta Paola Aiziczon. Virginia fue llevada ayer a la comisaría de Yerba Buena para hablar con los policías que deben buscarlo, pero su testimonio se interrumpió varias veces por el llanto. "Está destruida", graficó uno de los agentes que habló con ella. "Dio detalles de la relación, pero no pudo aportar nada para saber dónde se encontraba su novio. Evidentemente está alterada por lo sucedido", dijo la fuente.
"No hay nada raro en él. Y no creemos que haya decidido quitarse la vida. Hace tres meses falleció mi papá, y todos hemos tenido días buenos y días malos. Pero no estaba en un pozo depresivo", advirtió Paola. Su madre también cree que en lo último que él pensaría sería en el suicidio, aunque, dijo, no puede descartar nada. Incluso, asegura, Pablo no tomaba ninguna clase de pastillas.
De las últimas semanas, hubo un solo hecho que vale la pena recordar para su familia, y que está dentro de los "parámetros anormales" de la vida del desaparecido. Estuvo a cargo de la cantina del anfiteatro Monumental, donde el jueves actuó Joaquín Sabina. "Trabajó muchísimo. Era la primera vez que hacía algo así y le fue bien. Ahora estaba terminando de pagar a los proveedores. Fue lo único ?raro? que le pasó, pero eso no quiere decir nada", se apuró en aclarar Paola.
La Policía, en tanto, está tratando de encontrar alguna pista. Como las cámaras no tomaron nada interrogan a familiares, amigos y alumnos. Pero nadie aportó nada nuevo. Igualmente indicaron que por cualquier dato se puede llamar al teléfono 425-1045 (comisaría de Yerba Buena) o al de la familia Aiziczon, 4-254836. Y las llamadas al celular de Pablo siguen rebotando contra la fría voz de la operadora.